jueves, 5 de enero de 2023

Ermita a la Virgen de Monserrat

Ermita a la Virgen de Monserrat, Cataluña
El 21 de febrero de 1776, por Real Cédula, se le concede autorización a doña Felipa Chirinos para la construcción de una ermita con la imagen de la Virgen de Monserrat, patrona de Cataluña, a solicitud de su difunto esposo don Antonio Condal, para que los pobres de la Nueva Barcelona pudieran asistir a misa, en vista de que estaba prohibido su ingreso a la iglesia de Santa Eulalia (hoy Catedral), a causa de su desnudez.

Oratorio privado de doña Celerina

El 12 de marzo de 1774, el Papa Clemente XIV concedió licencia a doña Ana Celerina de Castro, para tener un oratorio privado en su residencia, ubicada en la calle Bolívar de Barcelona. También otorgó autorización para que todos los días fuera oficiada una misa por cualquier sacerdote de la parroquia. La capilla había sido construida con paredes decentes y adornadas con todos los ornamentos y vasos sagrados necesarios para oficiar la misa. Era obligatorio que los oficios religiosos fueran ofrendados a las almas de los parientes de doña Ana Celerina hasta el cuarto grado de consanguinidad.
Para que se cumpliera con la dispensa papal, se designó al Presbítero Fernando del Bastardo y Loayza, párroco de Barcelona para su supervisión constante. La bendición oficial de esta capilla se realizó el 6 de abril de 1775, y al día siguiente, 7 de abril se celebró la primera misa en honor a la Virgen de Los Dolores, patrona de dicho oratorio y Santa Celerina. 

Cementerio de El Arroyo (sic)

El 18 de diciembre de 1801, el Presbítero Lucas Alemán, párroco de la iglesia Catedral bendijo el cementerio que se construyó en las inmediaciones del sector El Arroyo. Desde esa misma fecha comenzó a dar sepultura a aquellas personas que por alguna condición eran enterradas en la iglesia de Santa Eulalia, en cumplimiento de un mandato del Rey Carlos IV.  Actualmente, en el sitio donde estuvo este cementerio, funciona la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón.

Sacerdotes dueños de esclavos

 

Aún cuando la iglesia católica, en tiempos de la colonia, asumía un Poder Supremo en nombre de Dios no dejaba a un lado las cosas terrenales. En 1666 fallece el cura rector de la parroquia Barcelona, Padre Vicente Freira Cermeño, dejando en su testamento la disposición de que vendieran sus esclavos a los efectos de garantizarle los servicios de capellanía eterna para que su alma ganara el cielo. La venta de los esclavos del Padre Freira Cermeño produjo la cantidad de 1666 pesos. Asimismo, en esa época, la aristocracia barcelonesa pedía disponer servicios de capellanías por un precio inaccesible al común de la población. En el siglo XVIII, cada ciudadano acaudalado tenía su servicio particular de misa en su residencia, el cual era autorizado por Bula Papal por intercesión del Obispo de Puerto Rico.

Cuánto costaba enterrar un muerto en la catedral

En tiempos de la colonia enterrar a un aristócrata en la antigua iglesia de Barcelona tenía su precio. El recinto religioso tenía ocho tramos, uno de los espacios para las sepulturas estaba ubicado en las gradas de la capilla mayor hasta la primera columna. El privilegio de ser enterrado en esa zona costaba ocho pesos y cuatro reales, mientras que en el séptimo pilar estaba reservado para los esclavos por el precio de veinte reales. Este tipo de servicio luctuoso dejaba a un lado la igualdad de clases, tal como lo comentó Monseñor Constantino Maradei en el prólogo del libro de Fernando de Bastardo  y Loayza, Noticias Historiales de Nueva Barcelona, editado en 1985.

Terremoto de 1766

El 21 de junio de 1766, el territorio oriental vivió uno de los más cruentos terremotos  que se haya sentido en estas tierras. Barcelona se estremeció durante siete minutos, tal como lo describe el sacerdote Fernando de Bastardo y Loayza. Las casas comenzaron a juntarse y los arboles caían al suelo, mientras el río Neverí subía de caudal y sus aguas batían como si el mar hubiese entrado en él. Los habitantes de Barcelona se echaron a la calle, para buscar auxilio en la iglesia parroquial. Durante tres días, el pueblo siguió fervoroso las instrucciones de sus sacerdotes, mientras durante esos mismos días se sometieron a un riguroso ayuno, el cual culminó con la procesión del Nazareno.