En tiempos de la colonia enterrar a un aristócrata en la antigua iglesia de Barcelona tenía su precio. El recinto religioso tenía ocho tramos, uno de los espacios para las sepulturas estaba ubicado en las gradas de la capilla mayor hasta la primera columna. El privilegio de ser enterrado en esa zona costaba ocho pesos y cuatro reales, mientras que en el séptimo pilar estaba reservado para los esclavos por el precio de veinte reales. Este tipo de servicio luctuoso dejaba a un lado la igualdad de clases, tal como lo comentó Monseñor Constantino Maradei en el prólogo del libro de Fernando de Bastardo y Loayza, Noticias Historiales de Nueva Barcelona, editado en 1985.
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