Luego
de la reubicación de Barcelona el primero de enero de 1671, hecho realizado por
Sancho Fernández de Angulo, comenzaron a edificarse las primeras viviendas
alrededor de la plaza Mayor. Uno de ellas, fue la vivienda de don Diego
Bernardino Martínez de Campos, esposo de doña Ana Celerina de Castro. Para la
cual se utilizaron caña amarga, tierra, madera y tejas. La historia precisa que
la matrona barcelonesa hacia extender una alfombra desde su casa hasta la
Iglesia San Cristóbal. En su residencia hizo construir un altar para orar desde
allí, luego de la muerte de su esposo, quien fuera sepultado en la catedral de
Barcelona, bajo una dispensa papal, hecho ocurrido el 24 de octubre de 1773.
En
el siglo diecinueve, Barcelona se distinguía por tener tres establecimientos de
zapatería, los cuales recibían materiales de Europa, Las Antillas y Caracas. La
tecnología de la época, permitió a uno de estos negocios tener una máquina de
clavetear al tornillo. Sin embargo, la elaboración de alpargatas, era la de
mayor consumo, las cuales eran adquiridas tanto por pobres y ricos. Este
calzado fabricado en Barcelona tenía el valor de Un venezolano, moneda de curso
legal en Venezuela entre los años
1871 y 1879, equivalente a cien centavos
de Bolívar.