Aún cuando la iglesia católica, en tiempos de la colonia, asumía un Poder Supremo en nombre de Dios no dejaba a un lado las cosas terrenales. En 1666 fallece el cura rector de la parroquia Barcelona, Padre Vicente Freira Cermeño, dejando en su testamento la disposición de que vendieran sus esclavos a los efectos de garantizarle los servicios de capellanía eterna para que su alma ganara el cielo. La venta de los esclavos del Padre Freira Cermeño produjo la cantidad de 1666 pesos. Asimismo, en esa época, la aristocracia barcelonesa pedía disponer servicios de capellanías por un precio inaccesible al común de la población. En el siglo XVIII, cada ciudadano acaudalado tenía su servicio particular de misa en su residencia, el cual era autorizado por Bula Papal por intercesión del Obispo de Puerto Rico.
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