Cosme Alterio, cuarto de izquierda a derecha |
Para
el jueves santo de 1937, ocurre una de las tragedias más nefastas para la
historia religiosa de Barcelona. Desde la Diócesis de Guayana, a la cual estaba
adscrito el estado Anzoátegui, el obispo Miguel Antonio Mejías prohibió la
salida de la procesión del Cristo Crucificado, el cual recorrería los
alrededores de la plaza Boyacá desde las seis de la tarde hasta la cuatro de la
mañana del día siguiente.
La
orden recibida por el párroco de la Iglesia San Cristóbal, hoy catedral, Cosme
Alterio no fue acatada por la
feligresía, quien, siguiendo instrucciones de Monseñor Mejías, solicitó el
apoyo del ejército para evitar el paseo. Un teniente de apellido Ravell, fue el
encargado de conducir la tropa hasta la catedral de Barcelona. Ante el llamado
de atención de que se acercaran a la iglesia, la cual no fue acatada, conllevó
a que los militares dispararan contra la multitud, situación que suscito varios
muertos y heridos. Aún en el pedestal de la estatua del General José Antonio
Anzoátegui, en la plaza Boyacá, se observa el impacto de uno de los tiros de
fusil.