Una
de las tradiciones más arraigada en Barcelona, en las décadas intermedias del
siglo veinte, fueron los velorios de cruz de mayo. Allí donde actualmente se
encuentra la sede del Consejo Legislativo Estadal, los vecinos se daban cita
debajo de los cocales que abundaban en ese sector para venerar al santo madero.
En
la calle siempre eterna calle San Carlos, los vecinos adornaban con bambalinas
el sitio de la fiesta de mayo, aparte de colocar en las puertas de sus casas
palmas de coco.
Los
comensales, a partir de las seis de la tarde cada residencia colocaba un fogón
para preparar ricas empanadas y para los tomadores se expendía todo tipo de
bebidas, donde resaltaba el vino y la famosa colita Le Glaciere, con la cual
preparaban la cola con rabo, una mezcla de ron con ron, especialmente para las
mujeres.
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