El primero de
noviembre de 1773, Fray Manuel Giménez Pérez, obispo de Puerto Rico, autorizó
la solicitud de doña Ana Celerina de Castro que a la ahora de su fallecimiento
fuera sepultada en la catedral de Barcelona, junto con su difunto esposo, coronel
Diego Bernardo Martínez de Campos. Su nicho estaba ubicado en el primer tramo
de la nave mayor de la catedral, frente a la campana del Santísimo Sacramento.
La solicitud se concedió por ser benefactora de dicha sede parroquial.
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