El 8 de diciembre de 1777 llegó a Barcelona el cuerpo de San Celestino, procedente de Puerto Rico, luego de haber sido embarcado en la ciudad de Génova, teniendo como puerto alterno a Nueva Cádiz.
A su ingreso a Barcelona por el rio Neverí, la santa imagen fue escoltada por San Cristóbal y Santa Eulalia, patrona de la capital.
Los oficios religiosos realizados en la benemérita Catedral fue oficiado por el sacerdote Fernando Loaiza y Bastardo, párroco de Barcelona. Siendo declarado por el Concejo Municipal de la época, el cuatro de mayo como fecha de celebración del glorioso mártir romano, muerto en una oscura mazmorra en el año 250.
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