miércoles, 17 de enero de 2018

Jueves santo de 1937 sangriento

Cosme Alterio, cuarto de izquierda a derecha
Para el jueves santo de 1937, ocurre una de las tragedias más nefastas para la historia religiosa de Barcelona. Desde la Diócesis de Guayana, a la cual estaba adscrito el estado Anzoátegui, el obispo Miguel Antonio Mejías prohibió la salida de la procesión del Cristo Crucificado, el cual recorrería los alrededores de la plaza Boyacá desde las seis de la tarde hasta la cuatro de la mañana del día siguiente.
La orden recibida por el párroco de la Iglesia San Cristóbal, hoy catedral, Cosme Alterio  no fue acatada por la feligresía, quien, siguiendo instrucciones de Monseñor Mejías, solicitó el apoyo del ejército para evitar el paseo. Un teniente de apellido Ravell, fue el encargado de conducir la tropa hasta la catedral de Barcelona. Ante el llamado de atención de que se acercaran a la iglesia, la cual no fue acatada, conllevó a que los militares dispararan contra la multitud, situación que suscito varios muertos y heridos. Aún en el pedestal de la estatua del General José Antonio Anzoátegui, en la plaza Boyacá, se observa el impacto de uno de los tiros de fusil.

Construcción del puente sobre el río Neverí

La historia registra que en 1796 se terminó la construcción del puente sobre el río Neverí, cuyos trabajos fueron costeados por parte de los vecinos de Barcelona y las limosnas provistas por la iglesia de la época, el cual tuvo uso hasta 1856.
Ese mismo año se inició el empedramiento de la Nueva Barcelona. Estos trabajos comenzaron por la plaza Mayor, para continuar en todo lo que es el actual casco histórico de la ciudad capital.
Para la supervisión de estas obras vino a Barcelona el Gobernador de Cumaná, Vicente Emparan, quien contribuyó con cierta cantidad de dinero para la culminación. Emparan fue el mismo capitán general de los sucesos del 19 de abril de 1810.

Cruz de mayo en Barcelona

Una de las tradiciones más arraigada en Barcelona, en las décadas intermedias del siglo veinte, fueron los velorios de cruz de mayo. Allí donde actualmente se encuentra la sede del Consejo Legislativo Estadal, los vecinos se daban cita debajo de los cocales que abundaban en ese sector para venerar al santo madero.
En la calle siempre eterna calle San Carlos, los vecinos adornaban con bambalinas el sitio de la fiesta de mayo, aparte de colocar en las puertas de sus casas palmas de coco.
Los comensales, a partir de las seis de la tarde cada residencia colocaba un fogón para preparar ricas empanadas y para los tomadores se expendía todo tipo de bebidas, donde resaltaba el vino y la famosa colita Le Glaciere, con la cual preparaban la cola con rabo, una mezcla de ron con ron, especialmente para las mujeres.

 

Gran Salón El Vesubio

En las décadas de los años 30 y 40, funcionaba en las cercanías de la plaza Boyacá, entre las calles Bolívar y San Carlos, un gran salón de diversiones, conocido como El Vesubio, propiedad de Pedro Ojeda. Allí, las personalidades de la sociedad barcelonesa tenían un salón especial para compartir las fiestas más importantes del año con sus familiares y amigos.
El común de la gente, proveniente de Cayaurima, Palotal, La Aduana y otros barrios, ocupaban un salón, donde el expendio de bebidas no era igual a los señores adinerados de la Barcelona de mitad del siglo veinte. Mientras que los pequeños disfrutaban de los helados conocidos como Popsiscle, distribuido por la empresa de Henrique Otero Vizcarrondo.

Plaza Boyacá desde la colonia a los 40

Desde épocas de la propia colonia hasta mediados de los años 40, era costumbre que en la plaza Boyacá de Barcelona, las personas adineradas en sus paseos no se reunían con el común de la población.
Las familias poderosas tenían reservadas las caminerías centrales, mientras que los que no reunían las condiciones de la ciudad mantuana, solo hacían uso de las aceras adyacentes a la plaza mayor.
Este hecho ocurría comúnmente los días domingo, durante la retreta ofrecida por la Banda Marcial del estado Anzoátegui. Para cumplir con esta norma la plaza Boyacá, durante mucho tiempo, estuvo enrejada para cumplir con esta tradición impuesta por las autoridades españolas en época de los primeros conquistadores.