En
el siglo diecinueve, Barcelona se distinguía por tener tres establecimientos de
zapatería, los cuales recibían materiales de Europa, Las Antillas y Caracas. La
tecnología de la época, permitió a uno de estos negocios tener una máquina de
clavetear al tornillo. Sin embargo, la elaboración de alpargatas, era la de
mayor consumo, las cuales eran adquiridas tanto por pobres y ricos. Este
calzado fabricado en Barcelona tenía el valor de Un venezolano, moneda de curso
legal en Venezuela entre los años
1871 y 1879, equivalente a cien centavos
de Bolívar.
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